viernes, 19 de agosto de 2011

¡Pura vida!

“Me pregunto a mí misma qué es viajar, y no sé responder.”
Esta frase me la dijo Sara, una tía con dos ovarios y mucha alegría que conocimos en nuestro viaje. Viajaba sola. Llevaba unos meses en México en un proyecto educativo y ahora iba a hacer lo mismo a Perú… pero para llegar desde un país hasta el otro se movía sola con su mochila y un montón de buen rollo. Yo este año iba a recorrer Nicaragua y Costa Rica sola como ella, pero al final fui con mis dos rubias. Allí descubrí que sola no hubiera podido, aunque sólo fuera por sobrevivir a los bichos sin compañía. Sara podía y disfrutaba de cosas que sólo puedes disfrutar viajando sola. La admiro por ello y algún día quizá haga lo mismo ¡Yo también quiero dormir en casa del heladero!

Yo tampoco sé qué es viajar. Acabo un viaje y ya estoy pensando en el siguiente. Viajar me llena la vida. Pero no sé qué es. ¿Es ver monumentos? ¿Es conocer gente? ¿Es empaparse de cultura? ¿Es vivir experiencias nuevas? ¿Es superar miedos? ¿Es todo eso mezclado? No lo sé.
Cuando me imagino un viaje, siempre me viene a la cabeza la imagen de un taxista charlando conmigo, o una camarera, o cualquier persona sentada en una silla en la calle… Conocer personas, intercambiar puntos de vista, vivir situaciones que en tu ciudad nunca vivirías… muchas cosas. Pero la palabra que más asocio con viajar es “aprender”. La cantidad de cosas que he aprendido conociendo otros países o, mejor dicho, a personas de otros países…
Estaba deseando hacer este viaje. Necesitaba mi dosis de Latinoamérica. Sólo quería compartir un ratito de conversación con algún acentito dulce . Sólo quería empaparme un rato de las calles con tanta vida. Sé que no tiene nada que ver Cuba con Perú, Nicaragua con Bolivia… sé que hablar de Latinoamérica es generalizar mucho…pero hay algo en común en todos sus países. Es esa actitud que se aleja tanto de la frialdad europea, que se centra en las personas. Donde decirle a alguien algo bonito es normal, donde se olvidan algunas formalidades estúpidas para vivir más como humanos que somos. Las acogidas allí siempre son impresionantes. Cómo te intentan ayudar es admirable. Y cómo nos sorprende esta ayuda (el extranjero tiende a pensar que es por algún interés) significa que algo estamos haciendo muy mal por aquí…
Este viaje ha sido diferente al resto. Todos son diferentes, supongo. La compañía ha ayudado mucho a que se convirtiera en una experiencia increíble. Fui con las dos rubias, pero como decíamos entre risas, no éramos amigas, sino conocidas.
He pasado 24 horas al día durante 22 días con mis conocidas. He compartido duchas, hamacas y camas. He compartido cama incluso cuando había una para mí sola (o para una de ellas) pero necesitábamos dormir con la otra para superar el miedo. Compartir y superar juntas los miedos en una de las cosas que más valoro de este viaje. Dar la mano para cruzar un puente, ofrecer un ladito en la cama o ayudar a atravesar un tronco. Pequeñas cosas que se agradecen mucho ante cualquier pequeña dificultad.
Les he puesto crema en la espalda cuando estaban bañadas en sudor. Me he secado los pies con una toalla que una rubia usaba para secarse los gotarrones que le caían por el calor. Hemos viajado juntas en avión, en autobús, en lancha, en taxi, en un coche de policía y en un carro particular que nos cogió haciendo autostop. Todo eso no se comparte si no es viajando. Es por eso que los viajes te unen de una forma diferente, así  que las conocidas se han convertido irremediablemente en amigas.

Este viaje  me ha regalado el contacto total con la Pachamama.
Estar las tres solas en una playa donde sólo se oyen las olas, los monos y las aves.  Poder caminar descalza por un pueblo. Caer por la fuerza de una ola. Casi asfixiarte por el azufre de un volcán (bueno, quizá esto último no fue tan mágico). Ver una boa constrictora comiéndose un ratón. Ducharte viendo pasar los guacamayos por encima de tu cabeza. Ver cómo las tortugas de mar arriban a la playa, se arrastran, hacen su agujero y ponen sus huevos. Observarlas sin linterna, sin hacer fotos, para no molestarlas en su proceso. Meterte por un momento en su piel y pensar en lo duro que tiene que ser hacer todo esto. Sufrir la salida de cada huevo.  Salir a buscar más tortugas sin éxito pero, a cambio, encontrarte con un amanecer en el Caribe. Verte reflejada en la arena de una playa negra.
No se puede decir otra cosa:
¡PURA VIDA!