domingo, 17 de noviembre de 2013

¡Churros con chocolate!

Teniendo en cuenta que actualmente estoy escuchando una canción que no oía desde mi adolescencia y que me recuerda a un amor platónico de mis 14 años, podría escribir sobre la melancolía. Pero como soy un ser bastante insensible salvo en mis momentos de revolución hormonal, no lo haré. Hablaré sobre la felicidad, que por cierto, también está relacionada con la regresión a la infancia.

Se supone que nos hemos hecho adultos y tenemos que hacer cosas de adultos, llevar ropa de adultos y comportarnos como adultos. Teniendo en cuenta que llevo bragas de Snoopy y que la comunidad de vecinos me ha mandado un estupendo mensaje pidiendo respeto y ofreciendo nuevas maneras de diversión que no impliquen joder al resto, creo que las dos últimas cosas no las he conseguido. Pero, ¿Y la primera? ¿Hacer cosas de adultos? Pues tampoco, afortunadamente!

Y es que el domingo volvimos a disfrutar de una fiesta LEGENDARIA de chocochurros. Esa fiesta gratuita en la que te regalan chuches, sándwiches de Nocilla, patatas, narices de payaso, pompas de jabón, servilletas de los Looney Toones e incluso un jersey!  (Si estás leyendo esto y te desaparecieron dichas servilletas o jersey, no contestes diciendo que eso no me lo regalaron sino que lo robé, porque yo no tengo la culpa de que mi amigo sea cleptómano y, además, seguro que lo hizo con un fin pedagógico para que estés más pendiente de tus pertenencias la próxima vez. En la discoteca roban igual que en los aeropuertos, sólo que queda fatal ir dando avisos por los altavoces. Además, ya calmé mi conciencia ayudando a un comatoso etílico en el suelo).
Vamos, una fiesta donde sales con muchas más cosas de las que llevabas antes, pero eso es lo de menos. Lo guay es empezar bailando mientras corriges con el móvil las faltas de ortografía de una amiga de una carta para su jefe, darlo todo bailando cual estrella del pop (sin gracia, pero con mucho más sentimiento), saltar en un castillo hinchable dentro de la discoteca, tirarte la botella de agua en el pecho para parecer sexy y luego darte cuenta que estás en pleno noviembre, tener ataques de asma coordinados con tus amiguis, hablar con desconocidos con más confianza que con algunos de tus amigos, grabar un vídeo a Raffaella Carrá para que venga a vernos, ver como unos strippers se clavan mil cristales y siguen bailando con dignidad y varias heridas sangrantes, meterle bronca al repartidor de flayers recordándole las mujeres que murieron quemadas para ahora conseguir que me cobren por entrar en una discoteca gay, conseguir unos globos gracias al portero y volver a casa más feliz que una perdiz, para dormir pocas horas porque el domingo sí que ha valido la pena.
Y todo esto, amig@s, sin una gota de alcohol. ¡Para que luego se quejen, oiga!
Como niñ@s, solo que con necesidades sexuales y capacidad de discriminar el olor del Popper.

Si no te diviertes un domingo por la tarde, es porque no quieres. Para todo lo demás, ¡CHOCOCHURROS!

¡Gracias churrer@s!


PD: Esta carta de recomendación de la Chocochurros garantiza diversión, pero no se hace responsable de los daños que puedan causar algunas bolleresques enfadadas con el mundo que pueden aparecer en la fiesta.